Estoy de acuerdo con la limitación de los horarios de actividad de los locales nocturnos en Asunción. No creo en la desregulación total de cualquier actividad pública que afecte a un conjunto de los ciudadanos ya sea como partícipes de reuniones en estos locales o como simples vecinos.
Creo que mis derechos terminan donde comienzan los derechos de los demás, y estoy seguro de que tengo obligaciones que cumplir como ciudadano. Viajé a países tan cultos y de gran tradición democrática como Inglaterra, EEUU y Francia, y en todos ellos comprobé un estricto cumplimiento de las restricciones de horario en materia de apertura y cierre de locales que venden alcohol. Y en verdad sería muy poco serio intelectualmente calificar de fascistas a estos países o a sus respectivos gobiernos.
No entiendo en qué momento se instaló la idea de que los dueños de los boliches tienen licencia para hacer lo que se les dé la gana, mientras que el resto de los ciudadanos tenemos que cumplir ordenanzas que incluso regulan los horarios de depósito de nuestra basura o el aseo y cuidado necesario que debemos prestar a nuestras veredas.
Qué bueno hubiera sido gastar toda la energía que vamos a emplear discutiendo esta norma en temas más edificantes como políticas de juventud, códigos de convivencia ciudadana e incluso el respeto a la nunca respetada zonificación de nuestra ciudad.
Tampoco deja de sorprender que el derecho a la farra sea el primer tema que ha logrado movilizar a la apática juventud de los partidos de la oposición. Nos hubiera gustado que estas organizaciones tuvieran la misma capacidad de reacción para casos de represión campesina o en solidaridad con los miles de presos comunes sometidos a un régimen penitenciario despiadado en el Paraguay del siglo XXI, por citar apenas dos motivos que no generaron ni tan siquiera una pancarta de las juventudes de País Solidario y del PLRA.
En fin, cerrar los locales nocturnos a las 2 de la mañana no es una tragedia griega ni marca el comienzo de un nuevo oscurantismo. Es apenas poner un poco de orden en el caos. Asunción no es Ibiza ni Punta del Este. Es apenas una capital en la que la gran mayoría de sus habitantes se levanta a la hora en que la minoría retorna de farrear, no parece un despropósito legislar mínimamente los derechos y obligaciones de unos y de otros.
*Publicada en el año 2004 en Crónica de Paraguay.
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