El día en que la ONU dejó a su suerte a los refugiados de Zaire y Ruanda

Comparte

En noviembre de 1996 el diario El País de España informaba que el “convoy de la vergüenza” cruzaba la frontera entre Zaire y Ruanda con 40 vehículos que trasladaban a 130 cooperantes extranjeros en los que se mezclaba el miedo, la rabia y la frustración.

A la cabeza, las Naciones Unidas. “Ha sido la decisión más difícil de mi vida”, declaraba en la ciudad ruandesa de Gisenyi, a orillas del lago Kivu, Panos Moumtzis, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en medio de un torbellino de cámaras, automóviles, rostros enrojecidos y angustia contenida.

No era para menos, ya que dejaban completamente abandonados a su suerte a más de un millón de refugiados ruandeses y a cerca de 500.000 desplazados zaireños. Todo en medio de los combates que enfrentan a dos ejércitos y una multitud de milicias.

En la caravana todos se lamentaban, “ha sido terrible y amargo salir de Zaire ya que en el campamento de Mugunga quedan por lo menos 600.000 refugiados que habían llegado de otros campos atacados. Les hemos dejado abandonados” decía la monja salesiana Argentina Emma Pizarro, que trabaja para Cáritas.

Lo que dejaba atrás la caravana eran campamentos atestados de gente que se enfrentaba a la muerte, con muy pocos alimentos, diarreas y sin asistencia en medio de una guerra intrincada. Además del millón de refugiados hutus del norte de Goma, hay que sumar varios centenares de miles de desplazados zaireños, y a ellos, más al sur, otro medio millón de campesinos, refugiados de Burundi y de Ruanda, que vagan a la deriva.

El medio español relataba que la gente de la Cruz Roja había repartido raciones de comida cinco días atrás para unas 400 mil personas, alimentos que durarían siete días. Muchos que huyeron de sus casas y campamentos no recibieron nada. “La catástrofe humana no ha hecho sino comenzar y puede superar todo lo conocido” comentaba indignado Sigfrid Soler, miembro de la Federación Internacional de la Cruz Roja.

Soler venía saliendo de Goma, una ciudad fantasma en la que los rebeldes tutsis banyamulenge (residentes en Zaire desde hace generaciones) trataban de apagar los últimos focos de resistencia del Ejército zaireño y la milicia hutu ruandesa con el apoyo del Ejército Patriótico Ruandés (EPR). Diversas fuentes humanitarias confirmaron la decisiva participación del Ejército tutsi ruandés en la lucha por la posesión de la última ciudad importante de la región de Kivu, a pesar de los desmentidos del Gobierno de Kigali de que sus tropas estuvieran combatiendo en territorio zaireño.

Crónica de una catástrofe humanitaria relatada por El País

“Han aprovechado la enfermedad de Mobutu y la descomposición del Ejército y el régimen zaireño para intentar solucionar a su manera un problema que la comunidad internacional ha dejado pudrir desde hace dos años”, asegura un responsable humanitario. “En los campamentos han seguido entrenándose las tropas del derrotado Ejército hutu, con la complicidad de la soldadesca zaireña”. “No éramos una fuerza de policía internacional”, se disculpaba Panos Moumtzis de la ACNUR, organismo de la ONU encargado de los refugiados, aunque admite el dilema moral que no han dejado de sufrir al “alimentar al mismo tiempo a los refugiados hutus y a los responsables del genocidio de 1994”, cuando fueron asesinados cerca de un millón de ruandeses, tutsis en su mayor parte.

Para explicar el descomunal drama que sin duda se avecina, el portavoz de la agencia de la ONU dedicada a los refugiados (ACNUR) la contrapone al desastre del verano de 1994, cuando más de un millón de hutus ruandeses cruzó en una semana la frontera con Zaire y se instaló en las afueras de Goma. Decenas de miles murieron entonces, en su mayor parte de cólera. “Ahora es mucho peor, porque los refugiados están siendo atacados desde varios frentes, no hay ninguna posibilidad de acceder a ellos”, explica.

Reunidos en dos edificios de Goma, el centenar de trabajadores de varias agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales como Care, Médicos Sin Fronteras o Médicos del Mundo decidieron que había llegado la hora de evacuar. En la decisión jugó un papel decisiv,o el saqueo que desde el martes comenzaron a sufrir a manos del Ejército zaireño, una de las tropas peor pagadas y más corruptas del mundo.

El ACNUR no tiene esperanza de que se despliegue una fuerza de paz internacional que permita en breve volver a prestar ayuda a los refugiados. Ningún país occidental ni africano parece capaz de afrontar una misión que se hace más imperiosa e impracticable por momentos. Una mortandad masiva es lo que temen buena parte de los trabajadores humanitarios que ayer huyeron de un cenagal llamado Zaire.

Los combates fueron intensos durante toda la jornada. Mientras la noche caía sobre Kivu y Gisenyi, lanchas artilladas ruandesas hacían rondas misteriosas en dirección al lado zaireño, y las tropas que combaten por el control de Goma abatían, según informadores locales, a un francotirador interhamwe, una de las milicias que con más fervor se entregó a derramar sangre tutsi durante la primavera infernal de 1994 en Ruanda.

Según informaciones que circulaban anoche entre los miembros de las organizaciones humanitarias en Gisenyi, el Ejército zaireño podría estar acumulando numerosas tropas y artillería pesada para lanzar una cotraofensiva sobre Goma.

Pieza de cacería

Desde la capital zaireña, Kinshasa, de la que desde hace días huyen despavoridos hacia el vecino Congo los tutsis zaireños convertidos en pieza de cacería, el primer ministro, Kengo Wa Dondo, aseguró que sus tropas habían reconquistado las ciudades de Uvira y Bukavu, en Kivu Sur. Nadie prestó crédito a semejante anuncio.

Ante las presiones de los Gobiernos de Estados Unidos y Francia para que Zaire y Ruanda participen en una conferencia regional, Kinshasa insistió en que no se sentará a una mesa de negociación mientras Kigali no retire a sus tropas de tierra zaireña.

En esta guerra no declarada, Ruanda sigue negando toda implicación mientras sus soldados completan un trabajo que parece calculado y que beneficia sobre todo a sus intereses: hacer retroceder al interior de Zaire a los refugiados y alejar así de su frontera oeste a los interhamwe y a los soldados del antiguo Ejército hutu que, según fuentes humanitarias, recibieron recientemente armamento de Zaire.

Para ello han contado con la colaboración de los banyamulenge, tutsis zaireños desposeídos en 1993 por el presidente Mobutu Sese Seko de una nacionalidad de la que disfrutaban desde hacía generaciones y de su derecho a poseer tierras. La llegada de centenares de miles de refugiados hutus ruandeses en 1994 no hizo sino desequilibrar una difícil convivencia étnica. Ahora el incendio, pese a la estación de lluvias, no deja de extenderse por todo el este de Zaire.

Ataque contra la casa de Mobutu

La noticia acaso derrote un poco más al dictador zaireño, Mobutu Sese Seko, convaleciente de un cáncer de próstata en Suiza. La mansión de Mobutu frente al espléndido lago Kivu, escenario de películas como La reina de África, vivió en la mañana del jueves una operación de comando digna de ser filmada. De tres barcazas desembarcó una unidad de comandos ante la mansión del dictador decano de África a las afueras de Goma, una de las innumerables casas de que Joseph Désiré, como era conocido antes de africanizar su nombre y su país, posee a lo largo y ancho del mundo. En apenas 20 minutos, los comandos del Ejército Patriótico Ruandés (EPR) asaltaron la finca, destruyeron la rampa lanzacohetes que apuntaba hacia el vecino país y volvieron sobre sus pasos sin sufrir un rasguño.

Las tropas, tutsis, del EPR, encabezadas por Paul Kagame, el hombre fuerte de Kigali, viceprimer ministro y ministro de Defensa, que ya demostró su eficacia contra el Ejército hutu en 1994, está demostrando al este de Zaire su capacidad militar. En la madrugada del pasado martes, otro comando de 20 hombres consiguió sacar limpiamente de Goma a más de seiscientos tutsis zaireños concentrados en una parroquia, sin que sufrieran una sola baja . De ahí que no resulte del todo desorbitado que Estados Unidos, país donde Kagame recibió formación militar y que ha apoyado desde primera hora al nuevo régimen ruandés, instara ayer a Kigali a no invadir Zaire: una diminuta nación a la conquista de un país 90 veces mayor. Parece claro que Ruanda no está sola.

En Uganda, la plataforma estadounidense en África central, la guerrilla tutsi tuvo la oportunidad de curtirse en el combate junto al actual presidente, Yoweri Museveni, contra el dictador Milton Obote. Kagame llegó a ser jefe de la inteligencia militar ugandesa. Museveni, de origen tutsi, ha sabido agradecer los favores del pasado. También en el gigante surafricano ha encontrado Kagame el capital apoyo de su presidente, Nelson Mandela.


Comparte

Be the first to comment on "El día en que la ONU dejó a su suerte a los refugiados de Zaire y Ruanda"

Leave a comment

Your email address will not be published.


*